24 mar 2013

Red Bull sabe amargo

El número uno eres tú
A quién madruga... Los que en España sólo ven la F1 por Alonso -que los hay y muchos- se habrán pegado esta mañana un madrugón en vano por el prematuro abandono de su ídolo en el GP de Malasia. Posiblemente se hayan ido de regreso a cama a las dos vueltas del inicio de la carrera, que es lo que duró en pista el piloto asturiano de Ferrari por lo que a mi juicio fue una equivocación suya -o de su equipo, quién sabe-, a pesar de que la nauseabunda retransmisión de A3 le echó la culpa como siempre a la mala suerte y en un momento dado, en uno de sus arranques de conspiración habituales, incluso a Webber por un supuesto toque que jamás ocurrió. En cualquier caso, esa gente, la misma que sólo ve el tenis cuando juega Nadal una final o el Tour cuando va en cabeza un español, se habrá perdido un fantástico espectáculo en el asfalto de Sepang y, especialmente, en los acontecimientos ocurridos después de que parasen de rugir los motores. Los de los coches, porque los de algunos pilotos, si se me permite el juego de palabras facilón, seguirán calentitos durante algún tiempo.

Un gran circo. A mí me gusta la F1 entre otras porque me encantan los coches y en esta competición de motor se dan cita los más rápidos del planeta. Pero además me parece que merece la pena un Mundial tan magníficamente ejecutado, de lo mejor que hay en el deporte en cuanto a organización se refiere, que de alguna manera me teletransporta por todo el mundo en cinco de sus siete continentes -lo siento, pero me niego a aceptar que la Antártida no sea considerada un continente más-. De hecho, disfruto mucho cuando las retransmisiones enseñan algo de esos lugares remotos en los que cuatro millonarios edificaron circuitos de carreras. Esas piezas televisivas que adornan los distintos GP forman parte del encanto de la F1, como para mí lo es también seguir cada prueba en directo, adaptándome a los diferentes husos horarios para potenciar la experiencia del exótico calendario al máximo. Lo que no me gusta nada en cambio, es que la competición en sí esté tan absolutamente adulterada siempre; que la férrea estructura organizativa de la FIA y sus equipos decidan lo que tiene que pasar en la mayoría de los casos incluso a costa de provocar accidentes para cambiar un resultado. A esto se le conoce como un gran circo y la realidad es que lo es. Poco de deporte en sentido estricto y mucho de hacer dinero cueste lo que cueste, nunca mejor dicho.

Órdenes de equipo. Como muestra de lo anterior existe esta aberración muchas veces negada en evidencia y que antepone los fines económicos a los puramente deportivos. Eso lo saben bien los pilotos segundones de cada escudería, imagino que incluso firmándolo por contrato. Lo sabe Massa, que pase lo que pase siempre es mucho más lento que Alonso a pesar de ese viejo y recurrente cuento chino de que los dos llevan el mismo coche. Lo sabe el propio Alonso de su etapa en McLaren cuando empezaron a hacerle la cama con un Hamilton que después de hoy también le debe un favor a Rosberg, segundo alemán que le facilita un   resultado victorioso. Y lo sabe, por supuesto, Mark Webber. El piloto australiano lleva los últimos años en clara desventaja con respecto a su compañero de equipo. Nadie duda de que Sebastian Vettel es mejor al volante que él y por eso y porque es más joven en Red Bull apostaron en su día decididamente por sus cualidades. No obstante, nadie sabe ni sabrá tampoco con seguridad cuánto mejor es. El problema para la marca austriaca, que se ha hecho un nombre en los últimos tiempos a base de tonterías y salvajadas mundialmente mediáticas -conocidas como retos-, ha sido el de gestionar, de puertas para adentro y hacia afuera, el ninguneo permanente a su auto proclamado segundo piloto. Entre todos en ese equipo han contribuido así a crear un ego del joven Vettel a la altura del mismísimo Alonso, hasta el punto de que se permite decir burradas de parecido calibre no exclusivamente a los medios sino ya durante la propia carrera! 

Memorable rueda de prensa. Con estos antecedentes hacía falta un GP así de movido al inicio del Mundial, con teórica igualdad de oportunidades entre todos los pilotos, para que el mayor interés se centrase en la rueda de prensa de después, sobre todo porque el desenlace en la pista había quedado claro muchas vueltas antes. Y desde luego no decepcionó para nada. Esos minutos en la antesala al podio y las escenas de los tres primeros en el cajón de Malasia son un regalo para todos los amantes de la comunicación no verbal. En cuanto a la verbal, a pesar de las habituales rígidas preguntas que prepara la FIA en sus entrevistas post carrera, hay que quitarse el sombrero con Webber por su brutal sinceridad sin perder ni una pizca de elegancia ante las cámaras. No hace falta decir nada más, está todo muy bien explicado por su parte con sus declaraciones y previamente con su directa alusión al vulnerado "Multi-21" frente a Vettel y Newey antes de salir a la entrega de premios. Una consigna de Red Bull que significa mantener las posiciones en carrera y que el alemán reclama y se salta cuando le interesa. Sus caras y sus gestos de hoy van a ser una de las imágenes del Mundial seguro. Pero al final no ocurrirá nada, habrá disculpa pública y volverán a posar juntos como amiguitos, que por algo hay que seguir patrocinando a los que les dan de comer. Cueste lo que cueste.